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Biografía de Fray Margil

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Fray Antonio Margil de Jesús,
el caminante de los pies “alados”

1657 – 1726

Antonio Margil, nació en Valencia, España el sábado 18 de Agosto del año 1657.  Su nombre completo fue Agapito Luis Paulo Antonio. Sus padres  fueron Juan Margil y Esperanza Ros.  Recibió el bautismo en el Templo de San Juan del Mercado o de los Santos Juanes, el 20 de Agosto y sus padrinos de pila Antonio Fradella y Paula Castillo. Como Cristo, entra al mundo en un ambiente pobre, en una familia de clase media. Pero tenía una gracia natural, un carácter que lo hacía agradable, de palabra y trato fácil, un gran conversador y una alegría que nació juntamente con él. Tuvo dos hermanas, una fue casada y otra tomó los hábitos franciscanos, de las que se desconoce su nombre.

Su niñez pasó sin duelos. Desde pequeño tuvo un no sé qué tan de sustancia que lo hacía agradable. La sal de su carácter abría camino en el corazón de las gentes. Era alegre y bromista y sazonaba sus charlas con refranes y decires viejos. Pero además de su gracia natural tenía la marca de la otra gracia que es don divino y mantiene alto el espíritu. Era suave y apacible, bueno sin esfuerzo y ejemplar sin poner diligencia en parecerlo. Su caridad florece muy temprano y su humildad madruga: a los siete años se priva de alimento para llevarles pan a los niños pobres de su escuela. Iba mostrando ya aquella sencillez encantadora que habría de llevarle a planos altísimos de perfección, a llamarse, sintiendo la profunda verdad que en ello iba: “la misma nada”.

A los 16 años de edad tomó el hábito y la cuerda de novicio de la Orden Franciscana, en el convento de La Corona de Cristo de Valencia. Un año después, en la tarde del 25 de abril de 1674 hizo su profesión como religioso. Por la mañana, durante la misa, oiría aquel Evangelio de San Lucas, que dice: «La mies es mucha y los obreros pocos…» « Id: mirad que os envío como a corderos en medio de lobos… No llevéis saco ni alforja, ni calzados…». Y obedeciendo al Señor en la primera oportunidad que tuvo dejó España y se vino al Nuevo Mundo. “La misma nada” como él se decía, iba naciendo para Cristo en el claustro del Convento de la Corona.

Tenía 18 años cuando le enviaron a estudiar filosofía al convento de San Antonio de Denia, en Alicante, España. Allí dejó recuerdo de su carácter entretenido y gracioso y aventajó en el estudio a casi todos sus compañeros. Ni se sabía cuándo estudiaba, dice uno de sus biógrafos, porque pasaba los días buscando trabajos en qué ayudar a los frailes, pues era enemigo de la ociosidad.

Así que hubo terminado el curso de tres años de filosofía, volvió a Valencia, al convento de la Corona de Cristo a estudiar Teología; y refieren sus superiores que por las noches después del coro de maitines, bajaba a la huerta a rezar el vía crucis con una pesada cruz a cuestas y luego oraba en una ermita.

Meses después de haber cumplido veinticinco años, en el año 1682, recibió las órdenes sacerdotales y fue enviado al convento de Santa Catarina de Onda. Poco tiempo estuvo allá dedicado a la predicación y cuando volvió a Denia tuvo noticia de que un padre franciscano llamado Antonio Linaz de Jesús María, andaba en busca de religiosos de su orden que quisieran misionar en América donde se fundaría el primer Colegio de Propaganda Fide que sería un colegio apostólico en el que se formaran misioneros constantemente para mantener viva la misión en América, especialmente en la zona comprendida entre Querétaro y San Luis Potosí.

Margil que no le temía a la aventura que iban a emprender, se despidió de sus hermanos de hábito en su primer convento el de la Corona de Cristo en Valencia y el convento de San Antonio de Denia, en Alicante; así como de su familia de sangre: sus hermanas  y le pidió bendiciones a su madre –viuda ya-, y el 4 de marzo de 1683 se embarcó en Cádiz rumbo a tierras americanas.

Repartidos en varios navíos venían Fray Antonio Linaz, Prefecto de las Misiones de Propaganda Fide en América, Antonio Margil de Jesús y sus ilustres compañeros Pedro Antonio Frontera, Juan Bautista Lázaro, Antonio Llanzor,  Melchor López de Jesús (quien será el primer compañero de Fray Margil en   10 años de misión), Pedro Sitjar, Sebastián Bizquerra, Antonio Torres, Franciso Estéves, Miguel Fontcuberta, Francisco Frutos, Francisco Cazañas de Jesús María, Francisco Hidalgo, José Díez, Miguel Roche, Antonio Perera, Damián Massanet, Antonio Bordoy –que aún no se ordenaba- y los hermanos legos Tomás León, José Martínez, Jaime Linaz y Jerónimo García.

El padre Margil fue uno de los 24 franciscanos seleccionados para integrar el Primer Colegio de Propaganda Fide en Querétaro.  El viaje fue de setenta y cuatro días de penosa travesía con borrascas que llevaban al peligro de naufragio de las embarcaciones.

Al desembarcar en el Puerto de Veracruz, tres meses después, se encontraron con un panorama desolador: tres piratas habían atacado y saqueado la ciudad, dejando muchos muertos, daños en todos los hogares, las calles y los templos parecían muladares y el aire muy contaminado por la basura y cadáveres que nadie había sepultado. Fray Margil lloró de pena: así lo recibía la Nueva España. Esa noche durmieron en el convento de San Francisco, donde la pobreza era extrema. Cenaron bizcocho prieto y frijoles. Pero ya el padre Linaz, como Cristo a sus apóstoles, les había dicho: “lo que yo les ofrezco son espinas, no conveniencias. Si a esto se resuelven. ¡Vamos!...” «Las aves tienen sus nidos, las zorras tienen sus madrigueras, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».

Pasando por Puebla y la ciudad de México, llegaron a Querétaro. Sólo dos semanas ocuparon en acomodarse en su nueva residencia. Y desde el primer domingo de septiembre y durante varias semanas se lanzaron por todos los rumbos de Querétaro, predicando en templos, plazas, calles y esquinas donde  se oyó la voz de los predicadores y el canto de los misioneros.

Para el mes siguiente, octubre, el padre Guardián Linaz, organizó una gran misión para la ciudad de México, capital del Virreinato. La predicación sería en el santuario de Guadalupe en el Tepeyac. ¡Hizo época aquella misión predicada por aquellos locos enamorados de Cristo! El primer viaje de Fray Margil, su primera salida de Querétaro. Era el año de 1683.

Fray Margil se postró ante la imagen de la siempre Virgen Santa María de Guadalupe, madre del verdadero Dios por quien se vive y encontró una tierna fe a Nuestra Señora de Guadalupe; y, Santa María de Guadalupe sería su inmediata Superiora su “Preladita”,  imagen que lo acompañó en la mayoría de sus viajes, llevándola desde Guatemala hasta el norte de México, donde fundó hospicios y ciudades con el nombre de Guadalupe. Ponía ese nombre no sólo por la devoción a la milagrosa imagen, sino porque le parecía que encomendando personas, ciudades, conventos, misiones y hospicios a Santa María de Guadalupe, aseguraba el logro de buenas fortunas.

(Nota): La imagen de “La Preladita” se venera con gran devoción en la diócesis de Zacatecas, haciendo un recorrido anual.  El Domingo  de Pentecostés sale del Convento de Guadalupe  y está  presente en la celebración eucarística   en la Plaza de Toros, de allí se lleva en procesión  a la Catedral Basílica para hacer el recorrido  visitando  la mayoría de las parroquias de la diócesis y termina en la Catedral Basílica,de donde es llevada con gran solemnidad nuevamente al convento de Guadalupe un domingo del mes de Noviembre, antes de concluir el Año Litúrgico.

El 15 de Agosto de 1683 por indicación del Padre Antonio Linaz, Fray Margil juntamente con otros tres religiosos, fundó en Querétaro el primer Colegio de Propaganda Fide para la propagación de la fe de América, con el nombre de Colegio de la Santa Cruz. Los Colegios Apostólicos de Propagación de la Fe (Propaganda Fide) eran centros de estudio muy completos, donde se preparaban los franciscanos, tanto los novicios como los sacerdotes y  misioneros que iban a lugares donde no se había llevado la fe cristiana o a reforzar las misiones que tenían ya establecidas.

1683 – l688

Fray Margil  y fray Melchor iniciaron su primer viaje hacia el sur. Aquella era la primera vez que  se veían solos,  lejos de los suyos. Partieron de Querétaro a México, Veracruz, Tabasco (donde organizaron una misión), Campeche y Mérida. Hubo Capítulo en la ciudad de Mérida y resultó electo Guardián Fray Melchor, pero él humildemente renunció consultando a sus superiores, porque él había venido con la ilusión de convertir infieles y no rehacer la vida de encierro y de contemplación que hacía en su convento en Castilla, España. Además, quería ser el compañero de fray Margil, pues Melchor, viendo a Margil de niño había pronosticado “ha de ser mi compañero en las misiones de infieles”.

Caminaban a pie, sin guía ni pan seguro. No les importaba la lluvia, el calor el sol o el frío, llenarse de lodo, herirse los pies con espinas o abrojos o rasgarse el hábito era cosa frecuente. Nunca se quejaba ni del calor, ni del frío, ni por el cansancio ni por el hambre o por contingencias del tiempo. Muchas veces llegaban a los pueblos extenuados y sin embargo, siempre estaban llenos de alegría y entusiasmo. Tenían presente lo que decía Santa Clara de Asís: “Sentemos con dolor las plantas que han de pisar con gozo las estrellas”.

Tan extenuados estaban, que cuando llegaron a Tuxtla ya no pudieron tenerse en pie, y fue tal su gravedad que hasta les fabricaron ataúdes. Un día tenían alientos de vida y otro agonizaban. Había el peligro de que fray Margil muriera y hubo de recibir la Extremaunción (Santos óleos). Así que tuvieron fuerzas para andar, continuaron a Oaxaca y Chiapas.


Un año y cinco meses después de que dejaron el puerto de Tabasco,  llegaron a Guatemala el 21 de septiembre de l685. Santiago de Guatemala, era una linda y rica ciudad, aristocrática y paradisiaca. Una multitud de indios los saludaban a su paso. Era la Guatemala señorial, la que recorrían con los pies desnudos nuestros caminantes. Iniciaron una gran misión. Pero parece que la muerte los perseguía, porque en 1686 cundió en Guatemala una epidemia de peste que mató la décima parte de habitantes de la capital.


Los dos frailes pidieron licencia para misionar en Nicaragua, Honduras y  Costa Rica, llegando hasta Cartago (una de las dos únicas ciudades que había en Costa Rica). En 1687 habían fundado entre Guatemala y Nicaragua más de 15 misiones con una gran población que fue bautizada. Todas las misiones eran atendidas por otros franciscanos que residían en esos lugares.

1688 – 1691

Talamanca es el nombre que comprende tres naciones de indios con su propia cultura, lógicamente no conocían la fe cristiana. Esta región estaba situada en las montañas de Costa Rica hasta los límites con Panamá. Habían sido agredidos por los conquistadores españoles en sus personas, en su cultura y sus propiedades, sometidos a esclavitud y no confiaban en ellos fueran caciques o frailes.

Fray Melchor y  Fray Margil  en los primeros meses de 1689 salieron de Cartago rumbo a la Talamanca. Pasaron grandes penalidades, con los indios  talamancas y los térrabas, los primeros más agresivos contra los españoles. Muchas veces estuvo a punto de morir de hambre y de ser asesinado por los nativos. Ambos fueron recibidos a saetazos y con golpes de hacha, pero salieron ilesos del trance ante el asombro de los indígenas. En otra ocasión pasaron tres días de rodillas, sin comer ni beber, custodiados por los indios. Pero sin duda, uno de los momentos más complicados fue cuando fueron amarrados a un madero dentro de una hoguera, peligro del que escaparon milagrosamente. Finalmente, los dos misioneros consiguieron su objetivo que era evangelizar y convertir a los indios. Fundaron en la zona más de una docena de misiones,  enseñando a los nativos a cultivar la tierra, construir casas y templos, conservar alimentos y sistemas de riego y aljibes en lugares estratégicos captando el agua de lluvia. La aventura en el país de los talamancas sería para Margil y fray Melchor una de las más apreciadas.

1691 – 1694


El 25 de Agosto de 1691, cuando planeaban seguir hacia el Sur,  hasta Colombia,  les llegó una orden del Comisario General de la Orden Franciscana  en la Nueva España en la que se les mandaba volver inmediatamente a Querétaro. Tenían grandes proyectos en aquellas regiones, las misiones eran prósperas, los indios estaban deseosos de escucharlos; sin embargo cargando los ornamentos del culto, el crucifijo y las sandalias y ofreciéndole a Dios su pena, emprendieron el viaje hacia Guatemala, a la que llegaron el 2 de diciembre. Entraron al convento de San Francisco, con los pies llagados e infectados por piquetes de moscos y espinas, con los hábitos rotos y remendados, que no se sabía cuál era la tela original, ambos llevaban los semblantes marchitos, pero con la alegría interior de la obediencia a la voluntad de Dios.

Al llegar a Guatemala se les entregó la contraorden de ir a Querétaro, sino que debían seguir misionando en centroamérica. Mucho gusto les dio y ya se disponían a volver a la Talamanca, cuando el Obispo de Guatemala les pidió misionar en la Provincia de la Verapaz  al oriente de Guatemala para  pacificar a unos indios rebeldes en la Sierra Lacandona. Ellos querían ir al sur y su Majestad (así llamaba fray Margil  a Dios), los llevaba a otro rumbo.

Los dos frailes trazaron una ruta muy importante para llegar a la Sierra Lacandona, que se mantiene actualmente. A pesar de que estuvieron cuatro años entre tribus de la Verapaz sufriendo vejaciones de los indios, no pudieron evangelizarlos y se convencieron de que no había llegado la hora de la conversión para los lacandones y regresaron con rumbo a Guatemala. Se encontraron en el camino a cuatro padres de la Cruz de Querétaro, entre ellos Perera uno de los que vinieron de España con fray Margil. Traían el nombramiento para fray Melchor, quien desde el 9 de marzo de l692 había sido nombrado Presidente de las Misiones de la Propaganda Fide en aquel territorio, por lo que los padres le debían obediencia. Al ver sus hábitos, les proporcionaron un cambio.

Fray Melchor despachó a Margil con fray Pedro de la Concepción al pueblo chol de Belén en la Verapaz, para que aprendiera la lengua cholti, y luego, hicieran un recorrido fortaleciendo la fe cristiana en los pueblos choles que los franciscanos habían fundado años antes . El adiós de fray Melchor y fray Margil debió de ser conmovedor después de haber vivido juntos durante 10 años.  

1694 – 1697

La fama de la santidad de fray Margil se extendía por centroamérica. Resaltaba su dulzura, amor a Dios y a los indígenas  y su humildad. En las misiones se encontraron con religiosos dominicos y mercedarios y en estas regiones principalmente trabajaron juntos, aunque no sin problemas y envidias. Ante la fama de fray Margil de conocedor para trazar caminos, se le pidió trazar el de Yucatán-Campeche-Guatemala, pues lo habían encomendado a personas del gobierno sin resultado positivo. Juntamente con fray Margil, los dominicos realizaron la obra de construir esa carretera  señalando todos los pormenores para que fuera lo más segura posible, señalaron el rumbo para tocar los pueblos y en la obra participaron más de 200 indígenas. Sin embargo como frecuentemente acontece, el crédito le fue concedido al gobernador de Yucatán. Sobre los caminos trazados por fray Margil, en Guatemala como en México, después se construyeron tramos importantes de las actuales carreteras.

Se planeó la misión a los lacandones de manera conjunta entre dominicos, franciscanos y mercedarios y como fray Margil conocía la lengua lacandona, se le encomendó organizar la misión. Allí conoció fray Margil a fray Blas de Guillén, de la orden de los mercedarios con quien se entabló una gran amistad y a decir de fray Blas, su mejor maestro de misión era el santo fray Margil, su maestro de lengua y de la manera de catequizar.

Con gran esfuerzo  y más de un mes de camino, se llegó a esos lugares y fray Margil recordó que fray Melchor y él,  un año antes habían estado a punto de morir torturados por los lacandones en ese lugar. En esta ocasión, la misión dio resultado y los indios escuchaban a los misioneros y después de meses de misión se bautizaron la mayoría de ellos y quedó establecida la misión con el nombre de Nuestra Señora de los Dolores por el antecedente de los sufrimientos que pasaron allí fray Margil y fray Melchor el Viernes Santo del año anterior.

Durante esos años de misión en centroamérica  creció entre los indios su fama   de  “santo” y así lo nombraban cuando se dirigían a él. Si estaban enfermos, Margil los curaba con medicamentos elaborados con yerbas en lo que también era gran conocedor. En las travesías que hacía con exploradores españoles y representantes de gobierno, juntamente con los indígenas, el padre Margil compartía con los indios la bebida y  la comida que le daban los españoles “él ya se sentía americano” y a pesar de que le daban un lugar entre ellos para comer, prefería hacerlo en el suelo con los indios. Por sus virtudes y amor se ganaba el cariño y respeto de los indígenas.  En una ocasión, Fray Blas,  le envió una “petaquilla” de maíz de la que él comía y repartía diariamente a los indígenas, a niños y a todos los que le pedían les daba una xicarilla (1/2 libra) y nunca se agotaba el grano. Un mes y medio después, fray Blas fue al pueblo y todavía comió del mismo maíz. Estas y otras maravillas contaba fray Blas, que había visto en fray Margil.

En marzo de 1697, fue llamado por el Comisario General de la orden Franciscana para que regresara a Querétaro, porque había sido nombrado Guardián del Colegio Apostólico de la Santa Cruz, fundado por él a su llegada a la Nueva España.  Al enterarse,  tomó su breviario, su cruz y su ornamento, se despidió de fray Blas y de los indios, dándoles la bendición. Lloraba él, lloraba fray Blas y lloraban los indios. ¡Cuánto le había costado aquella misión lacandona!

Tomó camino rumbo al norte en el mes de marzo en compañía del Padre Comisario General de las Misiones, quien iba a caballo. Éste le ofreció a fray Margil una mula, pero el padre Margil se lo agradeció y le dijo que prefería ir caminando. Lo sorprendente era que el padre Comisario salía temprano en su caballo y el padre Margil se quedaba largas horas confesando en los pueblos y a pesar de esto,  siempre llegaba antes que el Comisario  al final de la jornada. El padre  le preguntó en una ocasión ¿Por dónde viene usted que no lo veo pasar? Y el padre Margil le contestó: “tengo mis atajos y Dios también me ayuda”. A lo que el Comisario replicó: “Temo que con este hombre me ha de juzgar Dios, pues anda más él a pie, que yo a caballo”.

Desde su llegada a Querétaro y sobre todo en Centroamérica fue creciendo la fama de fray Margil como un santo, por la vida de gran santidad que llevaba y le llamaban “el santo”.

Cuéntase que yendo para Ciudad Real (Guatemala), al pasar por una hacienda, donde era conocido, unos hombres quisieron burlarse de  “el santo”. Para ello aconsejaron a uno de los peones que se fingiese enfermo. Hízolo así, y al acercarse fray Margil le rogaron que confesase al moribundo. Fuese derecho a él, lo miró atentamente, y luego de haberle palpado el rostro, dijo a los presentes: “Ya este pobre murió: Dios tenga misericordia de su alma”. Y sin más, continuó su camino. Los hombres lo movieron y le dijeron: “ya no te hagas el muerto, ya se fue el fraile”. Con asombro descubrieron que el que se había fingido enfermo estaba muerto.

Hizo escala en Guatemala y se alojó en el convento de San Francisco. Un día, hallándose en el templo, se dirigió a una señora que rezaba con gran devoción y a quien fray Margil jamás había visto; y sin preguntarle quién era, le dio noticias de su hijo, fray Blas Guillén, su anterior compañero de misión.

1697 – 1701

Bien merecido tenía el nombre de “el caminante de los pies alados”, pues en apenas un mes, el 22 de Abril de 1697, llega a Querétaro  donde es recibido en el camino real con gran alegría y repique de campanas,  no solamente por religiosos, sino por personas del vecindario y del gobierno, que deseaban volver a verlo o conocerlo. Inicia su periodo como Guardián, durante tres años (hasta 1701), pues debió quedarse un poco más hasta que llegó su sucesor.

Todo Querétaro fue testigo de cómo los domingos, el Guardián del Convento con algunos frailes recorrían las calles predicando y cantando el “Alabado”. Al mismo tiempo que fortalecía y edificaba el Colegio espiritualmente, lo hacía físicamente: construyó una enfermería para los misioneros, una capilla a nuestra Señora de los Dolores, dos aljibes en el claustro principal para recoger el agua de la lluvia e hizo colocar en la huerta una enorme y hermosa cruz de piedra.

Fray Margil llevaba dentro un ansia de evangelizar los pueblos de América y durante su tiempo como Guardián no podía realizar sus sueños. Pero misionó en la ciudad de Valladolid, ahora Morelia. Al final, el Obispo le pidió que diera un Retiro a sus sacerdotes por la tarde de ese mismo día. El padre  Margil, se sentó bajo una mesa, se cubrió la cabeza y empezó a pensar lo que diría a sus oyentes. De allí lo llamaron para decirle que ya era el momento de dirigirse a tan selecto auditorio. Fray Margil les dijo tales cosas y con un fervor de espíritu que los sacerdotes decían: “Parece que nuestro Señor nos ha puesto un ángel en carne para hablarnos porque un puro hombre no puede hablar y convertirnos de esta manera”.


A alguien muy allegado explicó: “Como yo le he dado a Dios mi corazón, mi mente, mi cuerpo, mi alma y todas mis potencias, por eso, cuando Su Majestad (Dios) quiere hablar, “mi nada” lo deja hablar y así resuena la voz de Dios que habla lo que quiere a sus criaturas y yo me quedo como un niño que oye hablar a su Padre”.

En sus años como Guardián en Querétaro, envió varios religiosos a fundar misiones hacia el Norte: una en Nuevo León y en las márgenes del Río Grande (Río Bravo) en el lado mexicano se estableció la misión de San Juan Bautista de la que saldrían después misioneros hacia Texas, San Francisco, San Diego, así como la misión en la que después se fundaría la ciudad de San Antonio, Texas.

Personalmente realizó una misión en la ciudad de México, resonando su voz y evangelizando con su testimonio en iglesias, monasterios y plazas. También la ciudad de Celaya fue pisada por los pies misioneros del apóstol.


Estaba un día confesando en el Convento de la Purísima Concepción. Largas filas de uno y otro lado del confesionario esperaban su turno. Al final de la fila había una señora muy nerviosa. Buscaba consuelo y orientación ante los celos infundados de su marido. Fray Margil la llamó y le dijo “Vuélvete con tu marido, que no te hará mal, ya se le pasó el enojo”.


También siendo Guardián del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro, llegó por correo la noticia de que en la sierra de Honduras, había muerto auxiliado por fray Pedro de la Concepción,  el “viejo” fray Melchor López, su antiguo compañero de misión. La noticia le dolió en el alma  y al mismo tiempo lo llenó de gozo. Estaba en el claustro con sus compañeros religiosos. Mandó dar un doble repique de campanas, llamando a duelo y al mismo tiempo dijo: “Si estuviera en mi mano, no mandaba doblar, sino hacer sonar un repique muy alegre, porque ese ángel ya está en el cielo”.


Se dice que en una ocasión, viniendo de misionar el padre Margil, clavó el bastón en el que se apoyaba en la huerta del convento y al pasar el tiempo, el bastón comenzó a retoñar y se convirtió en un árbol que produce unas espinas en forma de cruz. Dicho árbol se conserva hasta el día de hoy.

Terminado el periodo de Guardián, quedaba libre para recorrer caminos. La ocasión no se hizo esperar, fue llamado a Guatemala donde había grandes problemas por la falta de misioneros. Querétaro lo despidió con gran tristeza. Margil tenía sentimientos encontrados. Amaba esta misión, pero también las de centroamérica, él no era de ninguna misión, sino misionero de Dios.

              Lleno de caridad se acercaba a los pecadores para llevarlos a Dios. Se cruzó con fray Margil un
              Famoso bandido, el que le preguntó a dónde iba. Margil le contesta “Camino a la Gloria”. Y yo, ¿a
          Dónde camino? Preguntó el bandido. También para la gloria le respondió el religioso. ¿Cómo
              Será posible con esta vida que llevo? Muy fácil, deja esos malos pasos y haz una buena
              Confesión. El bandido continuó su camino al lado de Margil y poco tiempo después, arrepentido,
              Pidió la confesión. Hizo confesión de toda su vida. Fray Margil escribió un papel que cerró y
entregó al penitente, con instrucciones de llevarlo a cierto convento y entregarlo en las propias
manos del Guardián. El hombre pregunta cuál será su penitencia. “El que te duelas de tus
culpas y ofrezcas a Dios los pasos que des al convento pidiendo su misericordia”. Llegó al
convento, feliz de haberse confesado. Entregó el mensaje al Guardián y mientras éste lo leía,
el hombre cayó repentinamente muerto a los pies del Guardián. El mensaje decía: “Dará usted
cristiana sepultura al portador de este mensaje”.

1701 – 1706
En su segundo viaje hacia el sur, sufrió las mismas o peores penalidades, cojeando por una llaga en la planta del pie, llegó a su destino el año de 1701. Como siempre, llevaba una misión especial: fundar en Guatemala con el nombre de “Cristo Crucificado”, el segundo Colegio de Propagación de la fe. Por fin lograría su sueño
de tener un seminario en Guatemala para formar misioneros que invadiesen las tierras del sur; igualmente fundaría  un Hospicio de Misioneros, que era un lugar donde los evangelizadores podían permanecer el tiempo necesario, meses tal vez, reponiendo las fuerzas para continuar a los lugares de misión que se les habían asignado.  Una vez fundado el Colegio, hubo capítulo y fray Margil resultó electo Guardián, cargo que aceptó por obediencia, pues él era el “andariego de Dios” y prefería andar recorriendo aldeas. En las obras de construcción era Guardián, arquitecto, maestro y albañil.

Se dice que durante la construcción del templo iban seis indios cargando una gran piedra; que de repente uno de ellos resbaló, y que cuando iba a caerle encima tan enorme peso, surgió Margil y, deteniendo con una sola mano la piedra, le dijo al indio: “¡Ten hombre, no la dejes caer!”.

Se habla que el padre Margil tenía la virtud de la “bilocación” (estar en dos lugares al mismo tiempo).  En otra ocasión ante la falta de cal para la construcción, pensó fray Margil ir a la ciudad próxima a solicitar cal para la obra. Al día siguiente llegaron a Guatemala varias carretas llenas de bultos de cal. Al preguntarles quién les había dicho de la falta de cal, dijeron que el propio fray Margil había ido a solicitarlas. Después se supo que el padre Margil no había salido del Colegio  desde el día anterior.

Los medios de evangelización de Fray Antonio Margil de Jesús eran su gran amor a Dios, el canto, la Sagrada Escritura y una cruz. Vestía un hábito muy pobre y remendado, el sombrero en las mismas condiciones colgado a la espalda y en la cuerda, pendiente, una calavera, que utilizaba en los sermones, para explicar la finitud del ser humano y la dependencia de la criatura frente a Dios. Desde un  principio  se  caracterizó  porque entraba  a  los  pueblos  o ciudades cantando el “Alabado” u otros cantos que él llamaba “saetas”, así como letanías a la Santísima Virgen.  El siguiente texto del “Alabado” fue rescatado; y, autorizado en el año 1938 por el Excelentísimo señor Cardenal D. José Garibi Rivera, entonces Arzobispo de Guadalajara.

“EL ALABADO”

“Sea alabado y ensalzado
el Divino Sacramento
en quien Dios oculto existe
de las almas el sustento.
Y la limpia concepción
de la Reina de los Cielos
que quedando Virgen pura
es Madre del Verbo Eterno.
Y el glorioso San José
electo por Dios inmenso
para el padre estimativo
de su Hijo el Divino Verbo.
Y esto por todos los siglos
y de los siglos amén.
Amén Jesús y María,
Jesús, María y José.
¡Oh dulcísimo Jesús!
Yo te doy mi corazón
para que estampes en él
tu santísima pasión.
Yo te adoro, santa cruz
puesta en el Monte Calvario,
en ti murió mi Jesús
para darme eterna luz
y librarme del contrario.
Madre llena de dolor
haced que cuando expiremos
nuestras almas entreguemos
por tus manos al Señor.
Quien a Dios quiera seguir
y a su gloria quiera entrar
una cosa ha de asentar
y de corazón decir:
Morir antes que pecar.
Antes que pecar, morir.

El  “ALABADO” cántico devoto y doliente que Fray Margil enseñaba a su paso, era cantado por los peones de hacienda, al iniciar sus trabajos de la mañana y al terminar sus jornadas al atardecer. Este canto era muy popular en los siglos XVIII y XIX.

Cantar en los caminos era vieja costumbre entre frailes misioneros: cantaban para no sentir hambre, para aligerarse la fatiga. Para ellos el canto era lo que para el soldado el toque de clarín y el golpe de tambor… Pero fray Margil cantaba siempre, en ayunas o no, en camino o en poblado, lo mismo hacía su compañero fray Melchor López de Jesús. Se calcula que más de 40,000 personas recibieron el bautismo del Padre Margil.

Su camino no era un simple caminar. Cuando al atardecer llegaba a un lugar, entraba cantando el “Alabado”, predicaba, confesaba y rezaba el Rosario. Al día siguiente se levantaba a las dos de la mañana, seguía con su trabajo de la noche anterior, celebraba Misa y continuaba su camino todavía muy de mañana, juntando sus alabanzas a Dios con las voces de las aves. Después de caminar descalzos, a pie, comiendo frutos y yerbas (plátanos y yucas) que encontraban en el camino, pues no llevaban consigo alforja ni alimentos, dormían  a la intemperie o en corrales. Predicaban donde podían y en esos lugares comían lo que les daban (frijoles  y tortilla).

Normalmente comían poco, pero además, ayunaban todos los viernes. Sus predicaciones siempre concluían con el acto de contrición, la profesión de fe cristiana y el “Alabado”. El fruto de sus sermones se reflejaba en el confesionario que siempre estaba lleno y Fray Margil, no se levantaba hasta haber confesado al último de los fieles, aunque pasara la media noche. Confesaba a todos los que lo solicitaban, que no eran pocos. Motivaba siempre a la conversión y podía pasarse largas horas de la noche confesando si era necesario, o se levantaba antes del amanecer, para que no quedara nadie sin confesión, en hospitales, conventos y cárceles se le solicitaba a donde llegaba. Todos querían confesarse con él. Cuando llegaba a un lugar, venían a confesarse de pueblos vecinos.

En sus viajes misioneros, allí donde les parecía, en el claro de un bosque o en la cima de un cerro, tenían costumbre –como tantos otros misioneros- de plantar cruces de madera, tan altas como podían. Y ante la cruz, con toda devoción cantaban alabanzas a Jesús. A pesar del cansancio solamente dormían media noche, pues las otras horas, se turnaban fray Margil y su compañero y se mantenían despiertos, en oración velando el crucifijo y cantando el Alabado.

Fray Margil tuvo intenciones de llegar a  Perú, y después de seis años de estar en Nicaragua y  la zona Talamanca entre Costa Rica y Panamá), recibió de su Superior, la orden de volver inmediatamente a la Nueva España para fundar el tercer Colegio de Propaganda Fide en la ciudad de Zacatecas.


1707 - 1710


El 12 de enero de 1707, llegó fray Margil al hospicio de Nuestra Señora de Guadalupe, situado a una legua al sur de la Ciudad de Zacatecas. Era allí donde debía fundar el colegio; pero apenas se detuvo: siguió de largo y entró en la ciudad de la mucha riqueza, toda ella como en un incendio: rojo el caserío roja la tierra y el crestón de La Bufa. Fuese directamente al convento de San Francisco a tomar la bendición del provincial Fray Lucas del Castillo, y, así que la tuvo, pasó a presentarles a las autoridades civiles la Real Cédula de Fundación del Colegio y volvió con sus frailes al hospicio.

En 1707 fundó en Guadalupe, Zac.,  el tercer Colegio de Propagación de la fe en América, del que fue Presidente-Guardián hasta 1711. De este Colegio habrían de salir los franciscanos que evangelizarían el norte de México hasta lo que ahora es el sur de Estados Unidos y fundarían otros Colegios Apostólicos en estos lugares. Desde entonces Zacatecas se llamará la “Evangelizadora del Norte”.

Lo que primero hizo de acuerdo con la comunidad del colegio, fue designar “Prelada” de él, (su Superiora) a la Virgen del Tepeyac, pues grandísima devoción le tenía. De Zacatecas organiza un viaje a Guadalajara: pasando por Villanueva, Jalpa y Juchipila; de Guadalajara visita Valladolid (ahora Morelia). Va a Durango, pasando por Fresnillo y Sombrerete. Después, llega a San Luis Potosí  y Santa María de los Lagos, actualmente Lagos de Moreno.  Funda misiones en San Luis Potosí, Tampico, Valle de Valles, Sombrerete y Saltillo.  La comunidad del Colegio Apostólico de Guadalupe iba aumentando rápidamente. Mes a mes llegaban aspirantes a misioneros. El culto a la Virgen del Tepeyac era mucho mayor que antes.

Pero no todo era triunfo en la evangelización, estando en Zacatecas, recibió la noticia de que en Talamanca,  dos misioneros franciscanos habían sido decapitados y alanceados por los nativos, también mataron a diez soldados y una mujer, quemaron templos en muchos lugares de la sierra. Parecía que años de trabajo misionero se habían convertido en cenizas.


Muy seguido iba a la ciudad de Zacatecas, y como en Guatemala y Querétaro, predicaba en las calles, confesaba a todos los que se lo pedían y cantaba el Alabado. Un domingo iban a “apalearlo” allí los comediantes del Coliseo de San Juan de Dios, porque estando ya para comenzar su representación, llegó fray Margil con fray José de Castro y un lego cantando una letanía, y sin querer, se llevaron al público que los siguió al templo del Hospital. En el camino de Guadalupe a Zacatecas, Fray Margil sembró cruces a manera de una vía dolorosa, la que sembró con sus lágrimas y sus rezos.

Con frecuencia Fray Margil decía: “Perseverar, hasta darles la fe en Jesucristo o nuestra propia vida”, “la mejor señal de amor es padecer y callar”. También decía “Cristo vive en mí”. Cuando escribía algo referente al Evangelio aclaraba: “Jesucristo escribió”... Si predicaba, decía: “Jesucristo habló así:”. El siempre se consideró y se refería a él como “la misma nada”. En sus sermones decía “Jesús dice”. Todo esto hablaba de su humildad, nunca se apropiaba palabras, méritos o frutos de su trabajo misionero, decía al regresar con sus hermanos al convento “Ya hizo su misión Jesucristo”. Decía que las dos esencias del evangelizador eran: verdad y ejemplo. Su vida fue paralela al amor que predicaba.

Yendo de camino a Querétaro se detuvo en una hacienda, cuya dueña lo invitó a comer, aunque dudaba  de la austeridad de vida  y santidad de Fray Margil, y viéndole comer con tantas ganas, comentó para sus adentros: ¡Para ser santo, bien que come el Padre! Fray Margil adivinó aquellos pensamientos, y mirándola con mesura, le dijo disimulado y sonriente: “Cuando ando en las misiones, como raíces de yerbas, ahora que puedo, alimento al hermano asno para que tenga fuerzas, porque “si no le damos de comer al burro nos dejará en el camino”.

En el confesionario en la cátedra sagrada, en la conversación, siempre le hacía propaganda a Doña Nada (la Virgen María). Entre los elogios que le hacía tenemos estas palabras: “Es tan eterna y tan inmensa como el mismo Dios, y… tan hermosa, que sacó a Dios de sí con un fruto: Jesús. Y la buena Señora Doña Nada –María- se quedó tan nada y tan virgen, antes del parto, en el parto, como después del parto; y esto, la misma Señora lo confiesa:  «hizo en mí el Todopoderoso cosas grandes, porqué?, porque miró la humildad, la nada de su sierva».

También decía fray Margil “Correspondámosle a Jesús con puro amor, mostrándole con obras –así como Jesús con obras nos mostró sus amores- y no con buenas razones… “Acompañemos todos a Jesús. El solo sea el misionero y nosotros sus jumentillos” … “Espero en el Señor, para que estas ovejas conozcan a su buen Pastor”.

Más que gente parecía ave, pues parecía volar, más que caminar: cuéntase que un día corrió en pocos minutos una legua para ir de Zacatecas a su Colegio en Guadalupe a cantar la Salve; y no fue solo, sino que, prendido a su hábito, se llevó a otro fraile, que llegó tan lleno de susto y de mareos, que en vez de ir al coro, se metió enfermo en la cama. Parece que aquella ligereza en el andar se la había concedido el Señor Jesucristo. A fray Margil se le llamó el de los pies “alados”, porque como tenía la caridad tan en su punto, parecía que se calzaba alas para acudir a ayudar a sus hermanos necesitados.

Estando en Oaxaca, a orillas de un río, encuentra a un hombre que era correo a caballo que por la furia de la corriente no podía atravesar. “Dispón tu cabalgadura –le dice fray Margil- que has de pasar con la ayuda de Dios". El jinete obedece. A medida que avanza río adentro oye las voces que le da Margil, animándolo a llegar hasta el otro lado, y cuando llega a la otra orilla se dispone a volver para agradecer a fray Margil; se lleva la sorpresa al ver que está junto a él, sonriendo y sin señales de haberse mojado al pasar el caudaloso río.

Las dos mil quinientas cruces que dejó en las tierras americanas, especialmente en la Sierra Lacandona, se yerguen proclamando el recuerdo de sus viajes por las comarcas ricas en cacao y madera fina. El padre Margil se conformaba con frijoles y tortillas, y como lujo en adviento el sorbo de chocolate. Para evangelizar, primero agrupaba a los indígenas en ciertos lugares donde iba fundando pueblos, los organizaba para el trabajo, fomentó la agricultura, la ganadería, la industria y las artes, implantaba sistemas de riego para la agricultura, o suministro de agua para los pobladores del lugar (muchos acueductos fueron construidos por fray Margil y sus compañeros).

Lleno de caridad se acercaba a los pecadores para llevarlos a Dios. Se cruzó con fray Margil un famoso bandido, el que le preguntó a dónde iba. Margil le contesta “camino a la gloria”. Y yo, ¿a dónde camino? Preguntó el bandido. También para la gloria le respondió el religioso. ¿Cómo será posible con esta vida que llevo? Muy fácil, deja esos malos pasos y haz una buena confesión. El bandido continuó su camino al lado de Margil y poco tiempo después, arrepentido, pidió la confesión. Hizo confesión de toda su vida. Fray Margil escribió un papel que cerró y entregó al penitente, con instrucciones de llevarlo a cierto convento y entregarlo en las propias manos del Guardián. El hombre pregunta cuál será su penitencia. “El que te duelas de tus culpas y ofrezcas a Dios los pasos que des al convento pidiendo su misericordia”. Llegó al convento, feliz de haberse confesado. Entregó el mensaje al Guardián y mientras éste lo leía, el hombre cayó repentinamente muerto a los pies del Guardián. El mensaje decía: “Dará usted cristiana sepultura al portador de este mensaje”.

1711 - 1712

Una vez terminado su periodo como Guardián, se le encomendó la imposible conquista del Nayar. En 1711 se le pidió ir a Nayarit, lugar que había sido muy difícil para los conquistadores españoles. El Consejo del Rey pidió que se conquistara esta región y que la parte evangelizadora la hiciera fray Margil. El siempre abogaba a favor de los indios. Su experiencia de conquistador le había dado una fórmula: “Que siempre preceda la paz”.  Al acercarse al lugar, fueron advertidos por emisarios del rey Nayarit de que se retiraran y les comunicaron su decisión de no ser cristianos. Sin embargo, más adelante les salieron indios armados con lanzas y machetes y con grandes amenazas los conminaron a no seguir. Fray Margil y fray Luis se pusieron de rodillas esperando la muerte. A pesar de esto, con insultos los dejaron, respetando su vida y se marcharon.

Fray Margil, experto evangelizador, acostumbrado a amenazas de nativos, expuso su vida muchas veces, pero comprendió que nada se conseguía exponiendo tercamente la vida. En las misiones del Nayar, sufrió fray Margil su primera derrota como conquistador de corazones. Pasada la noche, regresaron a Guadalajara.

(Nota): Sin embargo, por la gracia de Dios, ahora en ese lugar existe la Misión del Nayar, llamada Santa Lucía,  a cargo de los hermanos de fray Margil de la orden franciscana, con una Prelatura (el obispo es un padre franciscano)  y 5 parroquias. Conocemos a Fray Jorge, que en dos ocasiones, cerca de Navidad, acude a este Colegio Margil, a solicitar de padres y alumnos: oraciones, bolos, juguetes y ropa de invierno para esa Prelatura. Tiene un centro de catecismo en una de esas cinco parroquias, donde  hay alrededor de 120 niños. ¿Puede la Comunidad Margilista solidarizarse y “adoptar” esa “Misión” en la que nuestro “caminante de los pies alados” casi pierde la vida, pero ahora  fray Margil después de muchos años logró entrar al Nayar gracias a sus hermanos franciscanos?


1712 - 1716

Por Coahuila y Nuevo León. Después de varios viajes a Querétaro y México, en 1714, a la edad de 57 años, flaco, calvo y encorvado seguía caminando a pie, pero no había perdido su firmeza y su alegría. Inicia su fructífera misión hacia el Norte, acompañado de Fray Matías. Hasta estas fechas, el Colegio de Guadalupe no había fundado ninguna misión en el norte, las que existían, fueron fundadas por misioneros del Colegio de la Santa Cruz de Querétaro. Cuando fray Margil fue Guardián del Colegio de la Santa Cruz, había enviado misioneros al norte coordinados por los frailes Miguel Fontcuberta y José Díez, sus compañeros en el viaje de España a América. Se habían fundado algunas misiones, pero con el tiempo no hubo misioneros para sostenerlas. El padre Margil tenía la inquietud de ir a esos lugares.  Va a Saltillo,  Monterrey, Boca de Leones, Sabinas, Linares. La meta de sus deseos era Texas.  Fray Margil funda en 1716 el Hospicio para los Misioneros Guadalupanos en Boca de Leones, al norte de nuestro país y sur de Estados Unidos. Hacía dos años que había salido del convento de Guadalupe con la intención de fundar misiones y las dos que fundó no habían prosperado, habían sido arrasadas por los franceses. Sin embargo, predicaba y vivía cerca de las chozas de los poblados del norte.

1716 – 1722

Ante la falta de misioneros se pide ayuda a los Colegios de Querétaro y Zacatecas a la que se unió una caravana texana para poder pasar el Río Grande (Río Bravo).  Margil estaba tan solo, que él mismo había cavado la fosa de su último compañero para darle sepultura.  Para colmo de males se perdieron las cosechas de los indios y un cargamento de semillas que les habían enviado se lo llevó la corriente del río. Caminaba solo y enfermo por el desierto. Le había atacado fiebre y apenas podía andar. Fue tal su necesidad de alimento que un día llegó a comer carne de cuervo. Por fin lo encontró la caravana y fue tal su gravedad que nuevamente recibió la Extremaunción.

Como todas las misiones del padre Margil se establecían en medio de grandes penurias y problemas y las de Texas no fueron la excepción. A pesar de todo en 1719 se habían establecido en Texas 6 misiones. La Providencia fue dando impulso a aquellas misiones que tanto esfuerzo habían costado. Con las dificultades de la distancia, sin medios de transporte, sin conocimiento del idioma, costumbres y mentalidad de los indígenas, iba Fray Antonio y sus compañeros llevando a los nativos el mensaje de Cristo.   El padre Margil pudo llegar hasta  Luisiana. Trabaja, ora, confiesa, construye capillas. El sistema de riego que hay en San Antonio, Texas, es básicamente el que estableció fray Antonio Margil de Jesús.

Estaba muy contento en estos lugares y pensó morir en aquellos bosques, allí experimentó una gran paz, le parecía un rincón apartado de los ruidos del mundo, estaba cansado de andanzas , viendo a Dios en los crepúsculos y en las auroras. El hubiera querido entregar el alma en aquel lugar.  Ya estaba viejo y tenía hambre de silencio. Pero la santa obediencia lo arrancaba una vez más de la vida contemplativa para regresarlo al bullicio, a los caminos y al mundo de los demás. Fue llamado a Zacatecas tras su ausencia de 8 años, para hacerse cargo nuevamente como Guardián del Colegio de Guadalupe durante otros 3 años.

1722 - 1726


Regresó todavía a pie (en el año de 1721) y cuando volvió a su Colegio de Guadalupe empezó a prepararse para “ir a ver a Dios”... había cumplido sesenta y ocho años. Pero ni entonces se entregó al descanso. Su fama de santo y predicador se extendía ahora por toda la Nueva España, donde los franciscanos habían fundado misiones.

Concluidos sus 3 años como Guardián, fue llamado nuevamente a Guadalajara y Morelia y no quiso negarse. El 16 de octubre de 1725, acompañado de Fray Simón del Hierro, partió de Guadalupe. Al pasar por la Hacienda de Bernárdez, bendijo a Zacatecas desde una loma y llorando partió a Guadalajara, con su salud muy quebrantada.  Al pasar por la hacienda de la Quemada bendijo a sus habitantes (a los que les enseñó a saludar por la mañana con un: ”Ave María Purísima, que se conserva hasta ahora) y continuó a Guadalajara. A pesar de su salud quebrantada predicaba en cada lugar. De allí pasó a Valladolid (ahora Morelia) en donde organizó la que fuera su última misión de varios días. Hubo tanta gente que no cabía en la Catedral.

Fue después a Querétaro donde se puso muy grave y le mandaron que fuera a curarse a la enfermería del convento de San Francisco en la ciudad de México, recibiendo la Extremaunción. El día 31 de Julio celebró su última misa, en Tepeji del Río, Querétaro. Luego le atacó pulmonía por pisar charcos de lluvia cuando ya ardía en fiebre. El viernes 2 de agosto al caer el sol, arrastrando los pies, ayudado por los frailes, entra en el Convento de San Francisco en México. El día 3, alegre y lleno de paz, repetía: “¡Dispuesto está, Señor, mi corazón, dispuesto está!”.

El día 5 de agosto, sintiendo ya próximo su regreso al Padre, le dieron a besar una imagen de Nuestra Señora de los Remedios y, al devolverla, dijo: “¡Hasta mañana!” y para cumplir con aquella cita, al día siguiente, 6 de agosto de 1726 murió, emprendiendo el último de sus viajes. Sus últimas palabras fueron: “Ya es hora de ir a ver a Dios”. Murió antes de las dos de la tarde en una gran paz y calma.  A las tres de la tarde de aquel 6 de agosto, la campana mayor de San Francisco doblaba a muerto, y poco a poco, fue llenándose el aire con voces de campanas que anunciaban el último viaje de fray Margil. Por el gran número de personas que asistió a su funeral, estuvo su cuerpo dos días y medio sin sepultura  y no despidió mal olor. Inexplicablemente, su estaba caliente. La gente lo cubrió de aromáticas rosas.

Después de una Misa solemne fue sepultado en el presbiterio, al pie del altar. En su tumba fue grabada una inscripción en latín que traducida dice: “Aquí está sepultado el venerable siervo de Dios, P. Fr. Antonio Margil: misionero, Prefecto y Guardián de los Colegios de Propaganda Fide de la Santa Cruz de Querétaro, de Cristo Crucificado de Guatemala y de Santa María de Guadalupe, erigidos en esta Nueva España, fue famoso en virtudes e ilustre en milagros. Murió en este célebre convento de México el día seis de agosto del año del Señor de mil setecientos veintiséis”.

1983


La exhumación de los restos del Padre Fray Margil se realizó el 24 de octubre de 1983, encontrándose intactos tanto la urna como los restos del Padre Margil. Fray Margil inició su viaje póstumo el día 26 de octubre, rumbo a San Juan del Río, Qro., la ciudad de Querétaro, San Luis Potosí, Aguascalientes, llegando a Zacatecas el 31 de Octubre a las 5 de la tarde. Frente a la Universidad. Recibieron los restos de fray Margil: los sacerdotes diocesanos, la comunidad franciscana de Guadalupe, varios colegios con sus bandas de guerra, la Banda de música del Estado y muchos fieles, marchando en procesión a la Catedral Basílica. Los restos de Fray Margil iban en hombros de los frailes.

El día 1º. de Noviembre a las 5 de la tarde, en un cortejo triunfal partieron los restos de fray Margil hacia el convento de Guadalupe de Zacatecas, el Colegio apostólico que él había fundado; acompañado por el Delegado Apostólico de la Santa Sede, don Gerolamo Prigione y el Sr. Obispo don Rafael Muñoz Nuñez. Recibieron el cortejo frailes y novicios de Guadalupe, de Querétaro y de otros conventos de la Provincia de Guadalajara, iniciando una solemne concelebración eucarística.

El que recorrió grandes distancias en América, desde Luisiana hasta lo que ahora es Panamá; fue exhumado y después de doscientos cincuenta y siete años de su paso a la eternidad, vuelve a Zacatecas en itinerario póstumo e imprevisto. Ni Talamancas ni Choles, ni Lacandones ni Coras, ni los Tejas sino los Zacatecas, tuvieron el privilegio de recibir los restos de Fray Margil para que descansara después de veinticuatro mil kilómetros recorridos, durante 43 años... ¿por qué Zacatecas si él deseó quedarse en La Talamanca o en Texas?

¡Convento de Guadalupe, Dios y María Santísima añaden la gracia de conservar el cuerpo de tu fundador, vuelto a ti después de interminables caminatas anunciando a su amado Jesús crucificado, muerto y resucitado!  Los restos de Fray Margil están al lado derecho del altar del templo del Convento de Guadalupe. Existen en el museo privado de los franciscanos algunas reliquias como sus sandalias, trozos de su hábito, su cantimplora, el báculo, una imagen que siempre llevaba a sus misiones, el cáliz donde consagraba y su crucifijo, entre otras cosas.

En 1769, se pidió al Papa Clemente XIV que se examinaran como pruebas para su canonización sus virtudes y milagros. El Papa Pío VI a fines de ese mismo siglo recibe nuevas solicitudes y peticiones. El Papa Gregorio XVI declaró que “eran notorias las virtudes en grado heroico del venerable siervo de Dios” y lo declaró “Venerable”. Mandó publicar este Decreto el 31 de Julio de 1836. Pero la Iglesia Católica espera nuevos estudios y milagros científicamente comprobados para su canonización.

Nuevamente se ha abierto la causa de su beatificación al enviar a la Santa Sede los datos de un milagro certificados por un médico y nuestro Señor Obispo don Fernando Chávez Ruvalcaba. La causa está siendo promovida por fray Octavio de la Cruz.

“Los  católicos  americanos,  desde Texas hasta Panamá, estamos agradecidos y tendremos que releer el mensaje  que en el plenilunio de la evangelización nos dejó el Padre fray Antonio Margil en las piedras, en los bosques, en las zonas desérticas, ríos, abrojos y espinas, en las estrellas, en el  amanecer  y  en  el  crepúsculo”.
“ Y si entendimos el mensaje, habremos de convertirnos de evangelizados en evangelizadores” [1]

Bibliografía

Eduardo Enrique Ríos, Antonio Harizón y José Guerra (Franciscanos)
Sánchez García, Eladio Prado,  Vázquez, Arricivita, Espinoza, Ximénez y Vilaplana (Biógrafos y Cronistas)

[1] Síntesis: Lic.CR María del Rosario Valerio Quintero,
Coordinadora del Departamento Humano Católico del Colegio Margil

*. Lo escrito en cursiva se agregó a esta biografía en el año 2013, los datos fueron tomados de la biografía  “Fray Margil de Jesús, Apóstol de América”, de Eduardo Enrique Ríos.


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